

Genial
Mirar el mundo a través del espejo retrovisor de un antiguo Peugeot 304, he ahí una bien extraña ocupación para un chico de la edad en la que se ama correr detrás de un balón confeccionado de trapos. Toda la tragedia del mundo se abate sobre él cuando su abuela le explica que tienen que abandonar ese barrio. Con los ojos enrojecidos, se exilia para siempre de su primera infancia, de ese otro país de sí mismo. Jura que cuando sea mayor se pondrá a la búsqueda de ese país/tiempo y sabrá escribir la historia de Faustino y sus acólitos. Asistimos así a las heroicas e irrisorias aventuras de Faustino, a su matrimonio con la hermosa Marie, al traslado de la pareja a la ciudad y, finalmente, cuando Marie, desengañada, regrese a su aldea natal abandonándolo, al naufragio de Faustino en el barrio del puerto, donde quedará varado para siempre, harapiento y derrotado, pero magnífico en su derrota. "Crecer ¿no es exiliarse, pasar a errar eternamente? De la errancia he pasado a esa fase de la humanidad en la que el hombre no tiene más país que el tiempo en el que vive". Así termina la historia. El lápiz del buen Dios no tiene goma, volver atrás es misión imposible. ¿Qué nos queda entonces? Hay que intentar vivir, al borde de los muelles, sin poner barreras en el horizonte, como nos propone Loui-Philippe Dalembert.
Ficha técnica
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