Los lectores que aborrecen las historias descremadas y sin médula, los que odian la literatura baja en calorías y, por tanto, buscan páginas para engordar de placer y dicha, pueden frotarse las manos y babear de gusto por lo que van a encontrar en este libro de Carmen Ruiz Tilve, donde hay carne, sangre, humor, dolor y tierra, y en el que se escuchan voces rotundas o acalladas, murmurios y bisbiseos, y la música singular de la aldea, en una polifonía sabia y dirigida por una amiga y maestra del lenguaje, una escritora que tiene mucho que contar y conoce al dedillo la forma de hacerlo. Los prados, el aroma y la niebla de Montellana, las calles y olores de Oviedo rebautizada aquí con el nuevo heterónimo feliz de Carbayo; las vidas de María, Marujina, José, Paulina, el Pájaro y tantos otros constituyen una novela, peregrina casi hoy día, de esas generosas y fecundas, que impulsan a escribir o a buscar nuevas lecturas; y que dejan siempre, al final, un retrogusto de tristeza, porque la historia se ha acabado demasiado pronto. Carmen Gómez Ojea en el Colofón de este libro.