En junio de 1981, el abogado Lino Sardos y su esposa Bianca se enfrentaron a la peor de las noticias: Andrea, su hijo menor, había desaparecido durante un corto viaje por Italia, que hizo antes de enfrentarse a los exámenes finales de una asignatura de Derecho. Rotos de dolor, y mientras la investigación seguía sin aportar noticias del paradero del joven o de su cuerpo, Sardos comenzó a recibir supuestos mensajes de Andrea a través de una médium que utilizaba la escritura automática.